Un día después de
un largo y festivo diciembre la montaña estaba llena de tristeza sus capas de
nieve se deshielaban muy a propósito como llorando, a lo lejos el astro rey se
manifestaba glorioso era un cúmulo de alegría y venía a combatir ese mal ánimo,
en medio de todo esto, como si fuera un paraje, estaba el río que corría como
si fuera un niño, con la energía de los 4 años, pero si enfocaba uno la mirada
podía ver unos patitos... eran tres patitos
pequeños de edad.
Cuando debido al
cambio climático casi a mitad de la tarde, ni las 3 ni las 7 comenzó a
nublarse, la madre confiada los dejó que nadaran antes que el cielo comenzara a
tomar tonos grisáceos, de repente y sorpresivamente unos tremendos truenos se
comenzaron a escuchar, el patito pequeño tuvo miedo de ese miedo que da cuando
se va la luz, muy temeroso aleteaba, nadaba o titiritaba la temperatura
inusitadamente cada vez más fría, los pececitos muy previsores se resguardaban.
¿Seguían lo rayos
feroces, estridentes, mayúsculos, los otros dos hermanitos patitos decían cua
cua cada vez de forma mas vehemente como llamando a la mamá pata que se había
alejado, pero la abuela pata Yeya, que siempre estaba agudizando el oído los
escucho y con su gran bastón se fue acercando, aunque se mojaba por la
inminente lluvia…todo era un caos…se salvaría el patito Mike el menor? Que
había sido arrastrado a un peñasco. La montaña con cara de melancolía cada vez
más preocupada porque se congelaba el patito.
El patito mayor
Tavo alcanzó a tomar una cuerda que hábilmente la lanzó hacia el lugar del
patito en peligro, mientras la tormenta ocurría al mismo tiempo, el patito de
en medio Giorgio graznaba y a veces callaba no sabía qué hacer. Gritando ¡Ayuda
ayuda!
La montaña
dominada de más infelicidad se derretía en abundante agua, el sol que contenía
el entusiasmo al parecer se había escondido porque en el ocaso le toca ir a
dormir, previo cuento que acostumbra leer cada noche su mamá Solecita, libros
sobre las estrellas viajeras, los astros, los movimientos siderales, los
eventuales cometas y al fin cerraba sus ojitos lentamente y plácidamente, el
Sol sabía que los patitos buenos siempre se salvan, lo distinguía que era un
patito que obedecía a sus papás a la hora de dormir casi siempre a las 8 de la
noche, después de tomar su lechita.
Efectivamente el
señor sol tenía toda la razón, de repente cesó el temporal el patito pequeño
fue salvado por el patito mayor y todos fueron rescatados en especial el
pequeño Mike cuando sosteniéndose con fuerza de la cuerda todos le gritaban ¡Tú
Puedes! Esa noche todos felices durmieron con mucha tranquilidad.
Bertha Laraf.
Veracruz, México
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