lunes, 30 de abril de 2018

UN PATITO OBEDIENTE







Un día después de un largo y festivo diciembre la montaña estaba llena de tristeza sus capas de nieve se deshielaban muy a propósito como llorando, a lo lejos el astro rey se manifestaba glorioso era un cúmulo de alegría y venía a combatir ese mal ánimo, en medio de todo esto, como si fuera un paraje, estaba el río que corría como si fuera un niño, con la energía de los 4 años, pero si enfocaba uno la mirada podía ver unos patitos... eran tres patitos pequeños de edad.

Cuando debido al cambio climático casi a mitad de la tarde, ni las 3 ni las 7 comenzó a nublarse, la madre confiada los dejó que nadaran antes que el cielo comenzara a tomar tonos grisáceos, de repente y sorpresivamente unos tremendos truenos se comenzaron a escuchar, el patito pequeño tuvo miedo de ese miedo que da cuando se va la luz, muy temeroso aleteaba, nadaba o titiritaba la temperatura inusitadamente cada vez más fría, los pececitos muy previsores se resguardaban.

¿Seguían lo rayos feroces, estridentes, mayúsculos, los otros dos hermanitos patitos decían cua cua cada vez de forma mas vehemente como llamando a la mamá pata que se había alejado, pero la abuela pata Yeya, que siempre estaba agudizando el oído los escucho y con su gran bastón se fue acercando, aunque se mojaba por la inminente lluvia…todo era un caos…se salvaría el patito Mike el menor? Que había sido arrastrado a un peñasco. La montaña con cara de melancolía cada vez más preocupada porque se congelaba el patito.

El patito mayor Tavo alcanzó a tomar una cuerda que hábilmente la lanzó hacia el lugar del patito en peligro, mientras la tormenta ocurría al mismo tiempo, el patito de en medio Giorgio graznaba y a veces callaba no sabía qué hacer. Gritando ¡Ayuda ayuda!
La montaña dominada de más infelicidad se derretía en abundante agua, el sol que contenía el entusiasmo al parecer se había escondido porque en el ocaso le toca ir a dormir, previo cuento que acostumbra leer cada noche su mamá Solecita, libros sobre las estrellas viajeras, los astros, los movimientos siderales, los eventuales cometas y al fin cerraba sus ojitos lentamente y plácidamente, el Sol sabía que los patitos buenos siempre se salvan, lo distinguía que era un patito que obedecía a sus papás a la hora de dormir casi siempre a las 8 de la noche, después de tomar su lechita.

Efectivamente el señor sol tenía toda la razón, de repente cesó el temporal el patito pequeño fue salvado por el patito mayor y todos fueron rescatados en especial el pequeño Mike cuando sosteniéndose con fuerza de la cuerda todos le gritaban ¡Tú Puedes! Esa noche todos felices durmieron con mucha tranquilidad.



Bertha Laraf.
Veracruz, México

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