domingo, 18 de junio de 2017

CREO QUE TE OLVIDÉ











Creo que te olvidé...
Ya no creo oír tu risa
en las muchas risas a mi alrededor.
Ya no pregunto por ti,
ni si alguien te ha visto.
No hay noches en vela.
Cada día estoy mejor.
No busco el ver tu ropa en la noche,
cuando me desvisto.
Ya mis manos no tientan en la obscuridad.
Ni mis labios buscan con afán los los tuyos.
Creo que simplemente acepté la realidad...
No te necesito.
No me necesitas.
Hiciste muy bien al de mi retirarte.
La razón o motivos no son importantes.
Lo único que importa es que ahora no estás.
Y estoy sorprendido que a pesar de todo,
no pido que vuelvas.
Ya no pido más...
Pedí que cayera sobre mí una lluvia
que pudiera todo lo tuyo borrar.
Todos tus recuerdos,
todos tus abrazos,
todo lo que un día
me llegaste a dar.
Pedí que la noche
se volviera olvido.
Que el aire pudiera
también deshacer
todo lo entregado,
todo lo vivido.
Que no hubiese nada
ya que rescatar.
No digo tú nombre.
No tengo ya nada
que pueda tu imagen 
recrear otra vez.
Eres pensamiento
que voló tan lejos
que extravió el camino
para a mi volver.
No digo tu nombre.
No veo ya tu rostro.
No siento ya nada
cuando hablan de ti.
Cuando te mencionan, cuando me preguntan,
cuando alguien quiere el saber por qué...
Yo solo sonrío
y digo en voz baja....
Ya no se de ella.
Créeme...No se.
Es más, ni siquiera se
de quién me hablas,
por que si es de ella...
Creo... 
Creo que la olvidé.

Héctor Rocha D.
Allende, Coahuila.
MÉXICO

domingo, 11 de junio de 2017

LA SOMBRA





Salí a hacer mi caminata de cada mañana, mientras andaba con pasos ligeros como acostumbraba hacerlo sentía que algo o alguien me perseguía.
Apuré aún más el paso pero todo seguía igual, sentía una presencia detrás de mí, en mi cabeza comenzaron  aparecer imágenes de cómo sería quien me seguía: -Debe ser alguien cansado por la forma en que arrastra sus pies, la espalda encorvada y respiración agitada-.
Tenía una sensación rara, no era temor pero me inquietaba; al pasar por un almacén con una gran vidriera, giré tímidamente mi cabeza, fue grande mi sorpresa cuando no vi a nadie detrás de mí.
Seguí andando, ya mis piernas no estaban tan firmes y el miedo se había apoderado de mí, pero tenía que enfrentar a esa presencia desagradable que presentía, giré sobre mis talones decidida a encarar a quien fuera:- No había nadie, era mi propia sombra, me angustié por cómo había imaginado  quien estaba junto a mí, la había imaginado como una presencia cansada y encorvada-. Estuve a punto de derrumbarme cuando sentí, dos brazos fuertes sobre mis hombros y una vos grave como el sonido de un viejo fonógrafo. –No tengas miedo, no caerás porque yo estaré siempre aquí para sostenerte-.


M.Estela Rodriguez
Argentinas