En una tarde
así como desganada, deslucida y tristona.
Gotas de aburrimiento
empezaron a caer.
De pronto te recordé...
¿Dónde estarás?
¿Con quién reirás?
¿Quién tomará tu mano y saltarás con él las rayas
de la banqueta?
¿A quién amarás?
¿A quién le contarás sobre tu nueva dieta?
A veces creo por fin que te he olvidado.
Hay muchos días así en los que no me haces falta.
Hay semanas o meses en que no pienso en ti.
Me dedico a mis cosas.
Me dedico a mí mismo.
Me dedico a vivir...
Pero de una manera extraña, absurda y odiosa, de
pronto tu recuerdo se me estrella en el rostro.
Y todo lo olvidado se me viene encima, como una
avalancha
sin principio ni fin.
Y me hundo entre recuerdos de lo bueno y lo malo.
De lo alegre y lo triste.
De lo obscuro y lo claro.
Y de el desamparo que al final me quedó.
Y no es que me hagas falta.
O tal vez sí y no lo sé.
Ver películas ya no es tan divertido.
Todo ha cambiado, hasta el sabor del café.
Caminar por la plaza ya no tiene sentido,
ni tampoco lo tiene el que hoy ya no estés.
Para que darnos tanto y quitárnoslo todo.
Por qué no hallamos el modo de poder perdurar.
Por qué nos conocimos y por qué nos dejamos.
Por qué no nos pudimos simplemente amar.
Por qué las diferencias nos volvieron extraños.
Por qué amando tanto ganó la adversidad.
Por qué nos ganaron los egos y orgullos.
¿Por qué ya no te tengo?
¿Por qué ya no estás?
La tarde desganada, deslucida y tristona.
La tarde se ha hecho noche.
Llegó la obscuridad.
No sé si te
extraño o es solo la costumbre.
No sé si tú lo hagas.
No sé qué has de pensar.
No sé qué estés haciendo en tardes como esta.
Espero y me recuerdes allá de vez en cuando.
Y sé que si lo haces... Sé que sonreirás...
Héctor Rocha Domínguez
México
