Hacía varios meses que Lola ya no tenía marido ni tampoco trabajo, ella y sus dos hijos pequeños sobrevivían de las rifas que organizaba, el vecindario y los padres de familia de la escuela de sus niños eran sus clientes habituales, sin embargo a últimas fechas ya no vendía números como en un principio, una porque los compradores de siempre empezaban a fastidiarse por no sacar premio alguno y la otra porque varios de sus vecinos y conocidos compraban boletos y no le pagaban, el negocio con estas dificultades no funcionaba bien, esto le llegó a desesperar a tal grado que pensó en cambiar de aires y sobre todo buscar un trabajo que le generará lo suficiente para comer , pagar sus deudas y darles una mejor vida a su prole.
Lola se sabía admirada, no había día en que no llegara
a su casa llena de piropos, algunos por ciertos muy subidos de tono, que hacían
alusión a su bien torneado cuerpo. Como toda mujer sola y de muníficas carnes
era asediada por varios caballeros y otros digamos no tan honorables. Cerca a su
casa había una carnicería, cuyo dueño siempre le dejaba sentir sus cumplidos
amorosos, pero ella no daba paso a nada, pese a que más de una vez éste la
invitó “a dar una vuelta por ahí” siempre lascivo en el respeto y con una
mórbida galantería, rematada con lo que parecía ser una sonrisa cínica, al
pronunciar eso de “dar una vuelta por ahí”.
Algunas veces Lola con tal de llevar a casa un poco de
carne, “aunque sea para la sopa” como ella lo decía, le permitía a Melchor el
carnicero pasarse un poco de la raya, dejándolo que acariciara sus manos
mientras galantemente, le cantaba a todo pulmón una bien entonada melodía de
José José , claro está que esto sucedía cuando no había clientes a la vista.
Solo ella y él trazando lo que parecía ser un eminente encuentro amoroso, pero
no, una vez que ella conseguía lo que quería (la carne para la sopa) emprendía
como los toreros la graciosa huida, dejando al carnicero con todas las carnes
alborotadas. -Canta usted muy bonito pero ya me tengo que ir….se me hace tarde
para la escuela… dejé solos a los niños….
Estos eran algunos de sus mejores pretextos para
salirse con la suya, sin importarle las demandas de su carnicero seductor.
-Gracias Don Melchor, se lo quedo a deber, me lo apunta por favor le decía sonriente, mientras salía a toda prisa del local contoneando sus exuberantes caderas.
-Gracias Don Melchor, se lo quedo a deber, me lo apunta por favor le decía sonriente, mientras salía a toda prisa del local contoneando sus exuberantes caderas.
Octubre 2015
José Luis Yepez Sosa
Veracruz, México