LA TRANSICIÓN DEL TIMBRE
(ÁNGEL VALENZUELA)
Veracruz, México
Joseph Henry nunca imaginó las corretizas que se
llevarían a cabo entre niños traviesos, retándose entre ellos con tal de probar
su valor para cometer una insolencia y perturbar la calma de quien habitara una
casa. Ir en grupo, observar hacia los lados, pulsar el aparato ruidoso y a
correr con tal de no ser visto, aunque era muy probable que quien abriera la
puerta ya conociera a los maldosos y que dependiendo de su estado de ánimo,
solamente se sonriera y moviera la cabeza con actitud negativa o que maldijera
y cerrara azotando lo que tuviera cerca.
La transición va desde el portero personal que
anunciaba la llegada de algún invitado o desconocido, la manija con argolla y
su golpeteo, la campana y sus repiques inducidos por una cuerda y después el
timbre que hasta la fecha conocemos... Pasando por el sonido de una chicharra,
después el Ding Dong, hasta la llegada de los más modernos con tonada musical.
Y entonces, surge ese momento de la vida en el que
la edad nos solicita privacidad, silencio y tranquilidad, por lo que gran parte
de las personas mayores que conozco, prefieren desinstalar el timbre de sus
viviendas. Desean estar tranquilas, sin visitas sorpresivas, disfrutando a su
pareja, los nietos, alguna película o bebida reconfortante o de la calma que pueden
darles sus recuerdos. Supongo que el inventor del timbre tampoco supuso que
esto sucedería.
Hoy el timbre es una llamada mediante teléfono
celular o un mensaje vía WhatsApp desde nuestro dispositivo móvil... Un mensaje
que suele ser un:
"Estoy afuera"
"Ya estoy aquí"
"Traigo su pedido"
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