Adriana Escalante
Veracruz, México
Lentamente abrió los ojos, sus pechos yacían
desnudos sobre el dorso de él.
Con labios sedientos peregrinó por cada centímetro de esa húmeda espalda.
Con labios sedientos peregrinó por cada centímetro de esa húmeda espalda.
Después
de un suspiro olió la piel de su amante, al probarla,
un sabor a mar invadió su
boca.
No, no se detuvo, deseaba volver a impregnarse de él.
Al desvestirse descubrió, que ya se había desnudado
cuando le entregó el corazón.
Quizás las almas no se buscan. ¡Las almas se
encuentran!
0 comments:
Publicar un comentario