ÁNGEL EDUARDO VALENZUELA RUVALCABA
Sentado sobre la cama y
aún con los ojos lagañosos
cargados de somnolencia y
sensibles a la luz
hago un repaso de las
horas de sueño.
Busco imágenes
cautivantes,
voces de animales míticos,
personas expresivas y
eternas,
dedos que señalaran un
rumbo,
colores atractivos y
ruidos armónicos,
sonrisas que deslumbraran
y provocaran ecos.
Esta noche no hubo sueños,
estas horas con los ojos
cerrados
y con la mente en calma
acaban y abren paso a la
mañana
que será devorada por aves
melódicas,
arrullos intermitentes
de los que intentan
serenar llanos infantiles,
manos que trabajen la
tierra
y manos que cambien
destinos.
Momentos que serán
marcados por aromas
y que el día de mañana
asaltarán memorias.
sueños, tiempo y vida.
Instantes creados y
combinados
de los que nacen
recuerdos,
titilantes y viajeros,
protegidos y
enclaustrados,
que deciden desnudarse…
vírgenes,
solo cuando perciben
confianza.
Brotan a la luz y se
liberan,
entre respiraciones
agitadas, creando emociones,
sucesos que se comparten,
con los que ahora me
conocen.